

Mercè Navarro continúa ocupando una mesa por comida junto a la cocina en la casa que fundó, que convirtió en un referente y que mantiene el éxito con el relevo de su hijo Joan Crosas
Ayer se cumplieron cuatro décadas desde que Mercè Navarro abrió el Roig Robí (Séneca, 20). Tenía 47 años, seis hijos que empezaban a hacerse mayores (acababa de separarse) y una capacidad de trabajo desbordante. Cuando alguien le preguntó entonces cómo saldría adelante en el negocio si no era cocinera profesional (a pesar de que cocinaba fabulosamente e iría a cursos de Montse Seguí) contestó que el único que sabía es que lo haría muy bien.
Tuvo que ser así para convertirlo en un referente de la restauración barcelonesa por dónde han pasado personalidades de todas las disciplinas. Y para continuar siendo, ahora mismo, uno de los comedores de la ciudad con más apellidos influyentes en el libro de reservas. Imprescindible durante la década de la ciudad olímpica, ha sobrevivido con buena salud, en una Barcelona
gastronómica que fue perdiendo casas tan importantes como Reno, Azulete Florián, Finisterre, Neichel o Jean Luc Figueras, entre tantas otras.
Escojo la mesa preferida de la fundadora, junto a la cocina, antes de que ella, que vive arriba, baje a comer. Y pido el sabroso arroz de “espardenyes” y alcachofas que se mantiene desde los inicios, cuando en los lugares elegantes no servían arroces. Pero antes llegan a la mesa los buñuelos de bacalao, ligeros y con un frito impecable y unos guisantes que Joan Crosas, el hijo de Mercè Navarro que hace unos años cogió las riendas completamente de la casa donde trabajó desde el primer día, ha ido a comprar al mercado de la Concepción,como hace cada mañana, con su bicicleta eléctrica. Y, como no podía ser de otra manera, los postres más antiguos de la carta, el helado de coco, que prepara Javier Bosque, que entró cuando el restaurante tenía un año para fregar platos y acabó siendo el responsable de la cocina dulce y toda una institución.
Cuarenta años dan para infinidad de recuerdos y para una celebración que quieren prolongar a lo largo de todo este año con homenajes a doce figuras que han estado cruciales para el Roig Robí y a las cuales dedicarán un plato cada mes.
Empezarán por la misma Mercè Navarro, continuarán con Antoni Tàpies –que fue gran amigo de la familia– y con otros artistas próximos, como por ejemplo Mariona Sanahuja; pero también con escritores, periodistas o los proveedores a quienes deben tanto, como Carles y Ramona de la Boqueria –su parada fue su embajada al mercado–. También Joan, que les trae las mejores trufas y setas o, en verano, los tomates del huerto...
Cuarenta años, insiste Joan Crosas,suponen infinitas complicidades y una pila de anécdotas. Señalando las mesas de fuera, que siempre han sido un atractivo de este lugar que se anunciaba en la entrada como “restaurante con jardín”, explica que el primer sueldo de su vida lo ganó a pico y pala allanando el terreno para levantar aquel espacio, que sería el primer trabajo de jardinería de Jardinería Fornt, a quien también rendirán homenaje. Joan recuerda que el día antes de la apertura, aquel mes de febrero, fueron a comprar corbatas de pajarita de piel a una tienda de la Diagonal, se enfundaron unos tejanos y camisas blancas con la corbata de pajarita, y salieron a la arena. “Poco a poco aprenderíamos el oficio de servir las mesas”. En la cocina, la madre empezó con amas de casa que la ayudaban a los fogones. Todo, explican algunos de los hijos, que hoy comen con ella, fue posible gracias al magnetismo de una emprendedora que supo ganarse la ciudad y ser la mejor madre.
La Vanguardia
Comer
26 febrero 2022
Cristina Jolonch
Foto Cesar Rangel