UN REFUGIO DE BUEN COMER
Roig Robí está en el punto de donde salen los grandes restaurantes

Dice Tàpies en su obra “El arte contra la estética” que el artista ha de ir buscando siempre nuevos mecanismos para ir superando el desgaste natural que tiene la expresión artística e ir situándola de acuerdo con los cambios que da el espíritu de cada época. Y a su vez los chinos, que son muy sabios, escriben que para que haya cambios, mutaciones, tiene que haber cosas inmutables, valores muy estables que hemos de mantener. Ideas que se reflejan en las pinturas que cuelgan de las paredes de colores cálidos del Roig Robí, que ideó con gusto medido Josep Crosas, y también en la cubierta del menú con una sugerente pintura que Tápies dedicó a Mercé Navarro, el alma y el cuerpo de este confortable restaurante.

Mercé compró un destartalado local que con ilusión y valentía se propuso convertir en restaurante. Ella, que desde niña había disfrutado con los platos que preparaba su padre y en los que las verduras se hacían poco, las grasas se evitaban y los puntos de cocción se medían, se convertía en protagonista de una nueva historia. Y ese cuento se inició en 1982, cuando convergen la formación familiar con las ideas de la nueva cocina que crean a finales de los 60 Bocuse, Girardet y otros, con Arzak, Subijana y la vasca, que se apuntan al carro en 1976 y conquistan la Península en un santiamén.

Entonces aparece el Roig Robí, que en esos momentos se convirtió en el restaurante de cocina más actual y atractiva de Barcelona sobre estos principios: cocina con amor basada en buen producto, trato familiar y cercano y unos métodos actuales de presentar los platos y de cocinarlos. Así surgieron los puddings de verduras de aquella época, la “esqueixada” con textura de tomates, el pastel de arroz con “espardenyes”, la merluza con “samfaina”, el rape con cebolla confitada, el lomo de cerdo con calamares y salsa de almendras, el solomillo en hojaldre, y otros de reconocido éxito. Mercé es la que idea los platos, los consulta con sus dos hijos, que le ayudan en la sala, Imma y Joan, los propone al equipo de cocina de Ferran Balet y David Sansegundo, se discuten y se incorporan a la carta.

Se ha optado por no entrar en el juego de la moderna cocina de fusión, creativa por obligación, pero que en esta casa no se siente. Porque éste es un equipo regido por la sinceridad y la creencia en lo que hace y en el que la gente joven que incorpora, más gusto con la línea de la cocina, pues, en el fondo, ha escogido esta profesión y no se ha encontrado con ella, como antes pasaba. Todo esto traspasa la cocina e impregna la sala. Espacio que ha ganado en amplitud sin perder su encanto doméstico tocado por un tono de relajación y bienestar.

Es uno de los restaurantes más agradables de la ciudad. Ahora se presenta la carta de invierno, llena de sugerencias, como el puré de patatas (que sabe a patatas) con queso de cabra y láminas de trufa, las gambas de Palamós con crujiente de puerros, el cochinillo, el jabalí, la pularda rellena de manzanas, foie y trufa; el pichón asado y los ricos postres, novedosos y tradicionales como la suave crema catalana, el “mató” con helado de miel o la babá al ron. La carta de vinos ofrece una suficiente relación de D.O. con sus productos más representativos. No rehuye las novedades, pero carece de vinos extranjeros, excepto los champanes. Rico pan recién hecho. Los años pasan y lo hacen con gloria en este restaurante tranquilo, donde charlar, pensar y disfrutar de una buena mesa sigue siendo el refugio de la gente con gusto.

RECOMENDAMOS LA TERRAZA, pequeño patio interior que aporta mucha luz al comedor y a las mesas más cercanas, las mejores en invierno. El otoño cubre el suelo de las hojas caídas en una estampa de belleza decadente LOS ARROCES. Mercé Navarro se inició en su casa con los arroces, cuyo punto de cocción y de sabor bien conoce y domina. Sobresaliente el de “espardenyes” y alcachofas LOS MACARRONES de los lunes y los canalones del abuelo, cuando los hay 
A POCOS PASOS DEL restaurante le esperan dos de los tres paseos carismáticos de Barcelona: la rambla Catalunya y el paseo de Gràcia, donde entre otras maravillas les aconsejamos la casa Milá, con sus “golfas” gaudinianas y la casa Vinçon con sus encantadoras ofertas (20 de abril al 21 de mayo)

La Vanguardia
10_01_2003

Texto: 5 a taula